Pocas veces
se vio a la gente de Estados Unidos tan convulsionada, confundida y enojada
como ahora frente a la eventualidad de que Donald Trump sea presidente. Lo que
más enfurece a los estadounidenses es haberlo dejado llegar al lugar donde
está. Un error que ahora se ve con más claridad pero que se vislumbraba durante
el proceso de las primarias. Porque Trump siempre fue sorteando las diferentes
etapas siendo como es, sin cambios: una presencia sólida, con sus frases
disparadas para provocar, regurgitadas en momentos inesperados o inoportunos. Con
declaraciones sorprendentes e increíbles como cuando anunció construir el muro
faraónico entre México y Estados Unidos, agregando qué México lo pagará;
incluyendo los innombrables insultos, palabras hirientes y amenazas contra
inmigrantes, mujeres y políticos. Sumando en esta verborragia su visión del
mundo y de la política de Estados Unidos, de Rusia y de Putin. Todo legítimo, producto
de su mente, de su pensamiento, que adelantaba desde el comienzo un retrato
fidedigno de cómo sería él si fuese presidente. En esto, Donald nunca mintió.
Fue transparente.
El
electorado lo escuchó y lo reflejó en la intención de voto de las encuestas, transformándolo, con el tiempo, en un
fuerte competidor, empujándolo hacia el
lugar donde está ahora. Con una fuerte intervención de los medios que con el
propósito de perjudicarlo al final lo que consiguieron fue un “efecto bumeran”,
regresando un Donald más fortalecido, presente en todas partes. Mientras, el electorado sigue confundido,
indeciso, y algunos con miedo con más razón frente a la elección inminente. Con
una Hillary Clinton que no atina a
mostrar sus garras para ser presidente y que lo único sobresaliente que hizo últimamente
fue dejarse amenazar – su propia pasividad la provocó - y gracias a ese impulso incontrolable de Trump,
en el debate reciente, las últimas encuestas la dispararon a un primer puesto,
con una diferencia por ahora significativa. Y este es otro hecho sobre la
realidad de los votantes que demuestra que una palabra o una amenaza cambia la
tendencia del electorado rápidamente, al instante, con miles de tuits
revoloteando, influenciando la formación de opiniones que, lamentablemente, no
lo consigue una propuesta o un debate con sentido político, como debería ser en
un país como Estados Unidos, sino la suma de todos los miedos y la volatilidad
de los votantes.
Muchos ahora
están en contra de Trump. Quieren pegarle, lo amenazan, surgen denuncias de acoso
sexual, hay alerta internacional, y las Naciones Unidas lo descalifica. La
economía global se altera y se pronostica una crisis terrible si Trump triunfa.
Un país como México está aterrado, con su economía en caída libre porque esperan
lo peor. Si bien las encuestas comienzan a mostrar a un Donald Trump perdedor,
no logran tranquilizar un estado de ánimo que puede llevar a la gente a no ir a votar en noviembre, incrementando la abstención y complicando el final. Porque
las encuestas de intención de voto, en general, y en innumerables ocasiones, se
equivocaron en los pronósticos. En la elección Bush-Kerry hasta último momento
la intención de voto era favorable a Kerry, en un contexto de guerras, después
de las Torres Gemelas y la invasión a Irak y con Bin Laden vivo. Sin embargo, Bush
triunfó consiguiendo los 270 electores para ganar en una estrecha votación, en
un sistema electoral complicado de entender: aunque los votantes definan un
ganador, la suma del número de electores conseguidos en cada estado puede
asignar la presidencia al contrincante. No es una elección directa. Por eso las
encuestas no aseguran un resultado y la historia puede repetirse. Por eso el
miedo y la furia de la gente, especialmente de las mujeres y de los inmigrantes
que son, en definitiva -si salen a votar masivamente- los que pueden cambiar
esta historia y que Hillary Clinton sea presidente.
¿Cuáles
fueron los intereses ocultos y el poder que permitió avanzar a este personaje?
No pensemos en un complot o en teorías conspirativas venidas de la ira profunda
de los republicanos al ver a un negro en la Casa Blanca. Creo que es más
simple. Para el partido republicano, que ahora se flagela pidiendo perdón por
un error que le puede costar muy caro (y a nosotros también), Trump servía y les
era funcional a sus intereses, mejor que otros candidatos, para que un
presidente blanco conduzca nuevamente al país aunque lo lleve al desastre. ¿Por
qué los medios y la gente, incluyendo a los que se arrogan poder y fama, no
reaccionaron mucho antes? Incomprensible, viniendo de un país inundado de asesores,
centros de estudios y sofisticados servicios de inteligencia que podrían haber
anunciado, con anticipación, lo que iba a suceder con Trump. Después de todo, Donald
siempre fue el mismo Trump, desde que comenzó a competir en las primarias. Nunca
cambio y fue previsible.
Es Donald,
el Terrible.
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