Daniel Kahneman es uno de los pocos psicólogos que han logrado un premio Nobel, fue en 2002 en economía. Su gran mérito fue realizar estudios muy valiosos para entender cómo tomamos decisiones económicas.
Durante años, trabajó tanto como docente e investigador en
universidades tan prestigiosas como Harvard o Michigan. Además, publicó algunos
libros como “Pensar rápido, pensar despacio” que cosecharon un gran éxito,
especialmente entre el público no especializado por lo rico de su labor
divulgadora.
1. La mente lo empeora todo
“Nada es tan grave como parece cuando lo piensas”.
Esta primera de las frases de Daniel Kahneman hace referencia
a esa tendencia/tentación que podemos tener a ponernos en lo peor. De hecho,
existe una frase mencionada por la psicóloga Sonia Cervantes que dice así: “no
hay peor tormenta que la que armas en tu cabeza “.
Esto lo saben muy bien todas las personas que sufren
pensamientos obsesivos/repetitivos que son fruto y dan como fruto a la
ansiedad. En su mente representan situaciones que aún no se han dado -más o
menos probables- y por las que sin embargo sufren. Por eso, es importante
relativizar lo que pensamos y observar más nuestros pensamientos sin juzgarlos.
2. El problema de admitir los propios errores
“Nos cuesta admitir errores porque eso significa renunciar a
la seguridad que esos supuestos simplificadores nos proporcionan”.
Esta segunda frase nos habla de esa resistencia a asumir los
errores propios. Según este autor, a la mayoría de nosotros no nos agrada que
los demás pongan en duda nuestras actuaciones. Este cuestionamiento
repercutiría directamente en nuestra seguridad: haría que nos sintiéramos
vulnerables.
Esto no es positivo, ya que la incapacidad para admitir los
propios errores suele derivar en una falta de flexibilidad, tanto de normas como
de criterios. También, esto puede estar muy arraigado en nuestras creencias.
Hacer algo basándonos en ellas y que alguien lo tilde de error puede suponer
todo un choque, pues solemos aferrarnos a ellas, tomándolas en algunos casos
como verdades absolutas.
3. Confiar demasiado en nuestras creencias
“Nos concentramos demasiado en lo que conocemos e ignoramos
lo que no conocemos, lo cual nos hace confiar demasiado en nuestras creencias”.
Esta frase está muy ligada a lo que mencionamos
anteriormente. Señala algo muy importante y es que solemos ignorar aquello que
no conocemos. En la actualidad podríamos decir que, en ocasiones lo ignoramos,
pero en otras muchas lo atacamos.
Tanto en las noticias como en las redes sociales podemos ver
a personas defendiendo diversas causas fuertemente ligadas a sus creencias sin
tener en cuenta que existen otros intereses y puntos de vista. Las creencias
son solo eso. Es muy difícil determinar cuáles están bien o cuáles mal. Lo
positivo es saber cuestionarlas y ver cómo se alinean con determinados valores.
4. La sensibilidad a la presión
“La gente es muy sensible a las presiones y a las
consecuencias inmediatas que puedan tener. Los efectos a largo plazo son más
abstractos y difíciles de tener en cuenta. Por ejemplo, el calentamiento
global: cuando la amenaza se concrete en el tiempo será muy tarde para
reaccionar”.
Esta cuarta de las frases nos habla de lo sensibles que
somos a la presión. Algunos de los temas difíciles de abordar, pero que
requieren una acción inmediata, lo postergamos o vemos sus consecuencias como
muy lejanas. Es como si creyésemos (o quisiéramos creer) que no nos va a
afectar o que una determinada tarea puede hacerse por sí misma.
Aunque creamos que esto solo nos ocurre con cuestiones como
el cambio climático, lo cierto es que esta manera de “vivir” está mucho más
presente de lo que creemos. Tan solo debemos reflexionar un momento sobre
nuestras experiencias en cuanto a relaciones, por ejemplo, y en cómo las
consecuencias que veíamos venir y ante las que podíamos hacer algo terminaron
surgiendo por no haber tomado medidas a tiempo.
5. La ceguera que no tiene límites
“Podemos estar ciegos para lo evidente y ciegos, además,
para nuestra ceguera”.
Esta última de las frases de Daniel Kahneman nos invita a
una última reflexión sobre nuestra asombrosa capacidad para permanecer ciegos
ante lo que se presenta ante nosotros de manera evidente. Si esto es así, ¿cómo
ser conscientes de nuestra propia ceguera?
Abrir los ojos es una difícil tarea. Los estímulos nos
llegan filtrados por nuestras creencias, por esa primera impresión que tiene
tan largo alcance y por información errónea a la que nosotros le concedemos
veracidad. El hecho de no ser conscientes de cómo utilizamos estos filtros y de
cómo estos filtros nos llenan de sesgos limita nuestra capacidad crítica.
Pensemos que el mundo con el que trabajamos no es el mundo en sí, sino que es
el mundo particular que nosotros hemos construido.
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